“el fin de los grandes relatos de la modernidad encuentra a la psiquiatria indefensa, es necesario revisitar todas nuestras practicas intentando alejarnos de la “narrativa neuroquímica” que se basa en el mito del desequilibrio bioquímico que postula a la enfermedad mental como una entidad natural causada por una alteración de los neurotransmisores cerebrales”” ( Norberto Conti y Daniel Matusevich) ,
Fue, justamente a partir de estas
reflexiones que conjeturamos la eventualidad de que nuestra especialidad se
encuentre, ella también, atravesando una etapa de transparencia, en la cual los
valores que predominan son los de la uniformidad, la formalidad, el positivismo
más extremo, vestido con los ropajes de la evidencia, la biologización de las
prácticas (incluyendo las psicoterapias) y la muerte de las teorías. Estamos frente
a una psiquiatría que no ofrece nada para interpretar, nada para descifrar ni
nada para pensar; en palabras de Chul Han no es necesario ningún juicio, ninguna
interpretación, ninguna hermenéutica, ninguna reflexión, ningún pensamiento
frente al vaciamiento de su profundidad.
Ejercemos en tiempos en los que
pareciera que la catarata de datos e información de la que disponemos convierte
en insignificantes las miradas teóricas (“... la masa positiva de datos e
información, que hoy crece hasta lo monstruoso, hace superfluas la teoría, y la
alineación de datos suplanta a los modelos”, en palabras del mismo autor); las
discusiones teóricas han sido eclipsadas por intercambios de datos en los que
se privilegia tan solo la cantidad y la velocidad de la información,
esterilizando cualquier posibilidad de pensamiento creativo.
Este filósofo coreano, formado en
Friburgo y Munich, va más allá aún, cuando plantea de manera arriesgada que la
hiperinformación y la hipercomunicación que predominan en la actualidad dan
testimonio de la falta de verdad de estos tiempos, e incluso de la falta de
ser, ya que más comunicación y más información no eliminan la fundamental
imprecisión del todo, sino que más bien la agravan.
Nuestra especialidad atraviesa
mares en los que todos parecen tener una opinión, pero nadie parece esgrimir
una teoría; las opiniones van cambiando, son mutantes, en un punto carecen de
consecuencias, son inofensivas, mientras que las teorías son parte de nuestro ser,
de nuestra identidad, nos permiten significar un mundo a la vez que ser
significados por el mismo; no debemos perder de vista que mayor información no
equivale a verdad, se necesita tener un sentido y un saber, en caso contrario
somos como un barco que navega a la deriva, sin dirección.
Este estado de cosas se complementa por lo que dimos en
llamar “eclipse bibliográfico”, ese estado caracterizado por una situación en
la que la mayoría de las revistas de la especialidad exhiben presentaciones clínicas
con sesgos estadístico-positivistas en extremo, de experiencias de laboratorio
con las que es muy difícil identificarse, en desmedro de las narraciones que
den cuenta de las enfermedades. De ninguna manera es nuestra intención
relativizar la importancia de aquellas investigaciones que no son de sencilla
comprensión para el psiquiatra de a pie; simplemente buscamos señalar aquí que
no es fácil encontrar buenos relatos, como si estuviéramos asistiendo al final
de las historias de pacientes.
Entiéndanse bien estas líneas: no nos guía la nostalgia restauradora
(la intransigencia gruñona hacia toda novedad con esfuerzos por restaurar un
viejo orden), muy por el contrario, somos militantes de la nostalgia reflexiva
(la que se complace en la neblinosa lejanía del pasado pero que comprende que
la perdida es irrecuperable ya que el tiempo hiere todas las totalidades); el fin
de los grandes relatos de la modernidad encuentra a la psiquiatria indefensa, es
necesario revisitar todas nuestras practicas intentando alejarnos de la
“narrativa neuroquímica” que se basa en el mito del desequilibrio bioquímico
que postula a la enfermedad mental como una entidad natural causada por una
alteración de los neurotransmisores cerebrales”. (Norberto Conti y Daniel
Matusevich, VERTEX Rev. Arg. de Psiquiat. 2018, Vol. XXIX: 347).
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