"Es importante asumir, en términos interdisciplinarios, que cada ciencia ha desarrollado miradas diferentes respecto del mismo problema o proceso a estudiar, y que dichas diferencias son, en gran medida, producto de una trayectoria particular que posibilita ver los mismos procesos de forma no solo distinta, sino incluso contradictoria" (Eduardo Menéndez).

"Hace casi veinte años, varias corrientes teóricas estadounidenses, y especialmente la denominada antropología médica crítica, señalaban que una parte creciente de la antropología médica generada en EE.UU., pese a sus invocaciones al orden simbólico y a las relaciones sociales, evidenciaba una medicalización cada vez mayor que se expresaba, sobre todo, en las tendencias ecoculturales y en la denominada antropología médica clínica. Es decir, estas corrientes seguían hablando desde la antropología social, pero sus enfoques eran cada vez más de tipo biomédico, de manera que lo que estaban produciendo era similar a lo que haría un epidemiólogo o incluso un clínico.

Es importante asumir, en términos interdisciplinarios, que cada ciencia ha desarrollado miradas diferentes respecto del mismo problema o proceso a estudiar, y que dichas diferencias son, en gran medida, producto de una trayectoria particular que posibilita ver los mismos procesos de forma no solo distinta, sino incluso contradictoria. Si algo caracteriza a la antropología –como sostiene Ernest Becker– es el “descubrimiento” de lo obvio, de lo que está ahí, de lo que está normalizado, pero que no vemos y que, justamente, necesitamos detectar a partir de aplicar una mirada descentralizada y dirigida a la obviedad de los procesos.

Si bien a la biomedicina le puede interesar que una parte de los antropólogos utilice, en nombre de la antropología, enfoques biomédicos, dado que a través de este proceso se sigue convalidando la hegemonía médica y reproduciendo sus enfoques; sin embargo, a los procesos de salud/enfermedad/atención-prevención –y sobre todo a los conjuntos sociales subalternos– esta homogeneización realmente no les “conviene”. Si toda una serie de disciplinas, incluida la antropología social, ha subrayado no solo la existencia sino la importancia de las diferencias, necesitamos refl exionar sobre cuáles son las diferencias que posibilitan a nuestra disciplina desarrollar concepciones e instrumentos teóricos y metodológicos, así como interpretaciones e incluso intervenciones que otras ciencias no producen, aun cuando obviamente producen “otras”.

Al igual que importantes antropólogos médicos latinoamericanos, europeos y estadounidenses, considero un grave riesgo la medicalización de la antropología médica que se observa en Latinoamérica, dado que con dicha “asimilación” –¿o será tal vez aculturación?– podremos generar productos dignos, pero que agregan muy poco a lo que produce el saber biomédico. El objetivo de las ciencias actuales no es producir todólogos, que fue el sueño de muchos antropólogos iniciales, sino buscar la articulación de los diferentes saberes científi cos aplicados a un mismo problema. De allí que mi propuesta es promover las diferencias entre las distintas aproximaciones científi cas, así como impulsar la articulación –y no el borramiento– de las diferencias, pero tratando de reducir, y de ser posible eliminar, las relaciones de hegemonía/subalternidad que hasta ahora han dominado las relaciones, por lo menos, entre la biomedicina y la antropología médica".

Menéndez E (2017). Antropología de la Salud en las Américas. Contextualizaciones y sugerencias. SALUD COLECTIVA.;13(3):353-357. doi: 10.18294/sc.2017.1548

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